El pensar en su mas alto sentido, abraza toda la acción intelectual.
Desde el más simple acto de percepción, hasta el vuelo atrevido de la imaginación o el profundo proceder del raciocinio.
Adquirir el modo de usar, de la mejor manera posible todas las facultades intelectuales, es el fin primordial de la cultura y parece obvio que el mejor medio para conseguir este fin es practicar ejercicios, especialmente adaptados para guiar a la mente al pensar.
Una de las principales causas del mal éxito en los estudios, es el descuido o la impotencia, de excitar la mente del discípulo para que se ejercite con pensamientos vigorosos y propios.
viernes, 23 de enero de 2009
sábado, 10 de enero de 2009
Ser profesor
Ser maestro es una misión silenciosa que obliga a entregarnos plenamente a un grupo de jóvenes ansiosos por realizarse en nuestro oficio. Pocos son los seres humanos con la capacidad de ese amor desinteresado que obliga a ser congruente con lo que decimos y con lo que hacemos.
No es fácil mantener el entusiasmo por la enseñanza, puesto que los días en el aula se pueden volver rutinarios. De ahí que muchos intentaron dedicarse a la docencia, pero pronto abandonaron la faena debido a la exigencia que implica el trabajo y la obligada creatividad imprescindible para no sucumbir en la monotonía.
La palabra profesor fue utilizada por los primeros cristianos para referirse a que declaraban públicamente su fe, aunque les podía costar la vida. La palabra se formó a partir del latín PROFITERI estructurada por fateri (confesar), con el prefijo pro- (delante), con el sentido de que está a la vista de todos; esto es, ¡confesarse delante de todos!
Y eso es exactamente en lo que consiste el trabajo de los profesores, encontraron un lugar donde se reconocieron a sí mismos, pudieron quedarse allá para solazarse ellos solos, pero decidieron compartirlo con aquellos que también tienen similar motivación.
Entran al aula con la alegría de saberse íntegros y con la esperanza de comunicar el trayecto que recorrieron para encontrar el reducto de la verdad: ¡llegué aquí, quiero que ustedes vayan más allá!
Khalil Gibran escribió: “Nadie puede revelarte sino aquello que ya presientes en el amanecer a tu propio conocimiento. El maestro que, entre sus discípulos, camina en la sombra del Templo, no ofrece la sabiduría, sino algo de su Fe y su capacidad de amar. Si él es sabio, en verdad, no te llevará directo a la sabiduría. Preferirá guiarte al tesoro de tu propio interior”.
El verdadero profesor tiene un alma serena que le permite aprender desde la humildad de su ser. Es sabio, en el sentido de considerarse ignorante, porque solamente desde la ignorancia emergen las preguntas que generan la reflexión en la propia búsqueda de las respuestas que él mismo no supo encontrar. Mantenerse en la docencia es seguir creyendo en la posibilidad de sembrar conocimiento para cosechar nuevas preguntas.
Ser profesor… obliga a confrontar diariamente la incertidumbre del saber, llevar a todas partes las irreverentes cuestiones formuladas por los estudiantes. Porque enseñar generosamente despierta la curiosidad de los jóvenes quienes esperan las respuestas cuando ni siquiera nos habíamos formulado sus preguntas.
Ser profesor… obliga a adentrarse en el espíritu arisco de los estudiantes, en el ínterin se descubre sufrimientos, desesperación y desesperanza, hay dos caminos, el de ignorar el dolor y asumir la postura inconmovible de la profesión, o detenerse un rato a pesar de que nadie se atreve a escuchar aquellos gritos silenciosos…
Ser profesor… obliga a la permanente actualización del conocimiento, aprender a separarse de las teorías que como amantes incondicionales, se convierten en afirmaciones incólumes que tratamos de defender a pesar de que las sabemos equivocadas cuando un impertinente alumno pone en evidencia su futilidad. Porque como Bernulli, el profesor sabe que aunque cambiado resurgirá, por lo que reconoce que al ser cuestionado se le ofrece una oportunidad de crecimiento.
Se cuenta que un alumno universitario volvió al cabo de unos años a la clase de física en la que había estudiado y al ver un examen le comentó al profesor "¡Las preguntas son las mismas que cuando yo me examiné!" "Cierto," le contestó el profesor, "pero las respuestas de este año son todas diferentes".
Fuente: http://bpintot-bismarck.blogspot.com/search?updated-min=2008-01-01T00%3A00%3A00-08%3A00&updated-max=2009-01-01T00%3A00%3A00-08%3A00&max-results=7
No es fácil mantener el entusiasmo por la enseñanza, puesto que los días en el aula se pueden volver rutinarios. De ahí que muchos intentaron dedicarse a la docencia, pero pronto abandonaron la faena debido a la exigencia que implica el trabajo y la obligada creatividad imprescindible para no sucumbir en la monotonía.
La palabra profesor fue utilizada por los primeros cristianos para referirse a que declaraban públicamente su fe, aunque les podía costar la vida. La palabra se formó a partir del latín PROFITERI estructurada por fateri (confesar), con el prefijo pro- (delante), con el sentido de que está a la vista de todos; esto es, ¡confesarse delante de todos!
Y eso es exactamente en lo que consiste el trabajo de los profesores, encontraron un lugar donde se reconocieron a sí mismos, pudieron quedarse allá para solazarse ellos solos, pero decidieron compartirlo con aquellos que también tienen similar motivación.
Entran al aula con la alegría de saberse íntegros y con la esperanza de comunicar el trayecto que recorrieron para encontrar el reducto de la verdad: ¡llegué aquí, quiero que ustedes vayan más allá!
Khalil Gibran escribió: “Nadie puede revelarte sino aquello que ya presientes en el amanecer a tu propio conocimiento. El maestro que, entre sus discípulos, camina en la sombra del Templo, no ofrece la sabiduría, sino algo de su Fe y su capacidad de amar. Si él es sabio, en verdad, no te llevará directo a la sabiduría. Preferirá guiarte al tesoro de tu propio interior”.
El verdadero profesor tiene un alma serena que le permite aprender desde la humildad de su ser. Es sabio, en el sentido de considerarse ignorante, porque solamente desde la ignorancia emergen las preguntas que generan la reflexión en la propia búsqueda de las respuestas que él mismo no supo encontrar. Mantenerse en la docencia es seguir creyendo en la posibilidad de sembrar conocimiento para cosechar nuevas preguntas.
Ser profesor… obliga a confrontar diariamente la incertidumbre del saber, llevar a todas partes las irreverentes cuestiones formuladas por los estudiantes. Porque enseñar generosamente despierta la curiosidad de los jóvenes quienes esperan las respuestas cuando ni siquiera nos habíamos formulado sus preguntas.
Ser profesor… obliga a adentrarse en el espíritu arisco de los estudiantes, en el ínterin se descubre sufrimientos, desesperación y desesperanza, hay dos caminos, el de ignorar el dolor y asumir la postura inconmovible de la profesión, o detenerse un rato a pesar de que nadie se atreve a escuchar aquellos gritos silenciosos…
Ser profesor… obliga a la permanente actualización del conocimiento, aprender a separarse de las teorías que como amantes incondicionales, se convierten en afirmaciones incólumes que tratamos de defender a pesar de que las sabemos equivocadas cuando un impertinente alumno pone en evidencia su futilidad. Porque como Bernulli, el profesor sabe que aunque cambiado resurgirá, por lo que reconoce que al ser cuestionado se le ofrece una oportunidad de crecimiento.
Se cuenta que un alumno universitario volvió al cabo de unos años a la clase de física en la que había estudiado y al ver un examen le comentó al profesor "¡Las preguntas son las mismas que cuando yo me examiné!" "Cierto," le contestó el profesor, "pero las respuestas de este año son todas diferentes".
Fuente: http://bpintot-bismarck.blogspot.com/search?updated-min=2008-01-01T00%3A00%3A00-08%3A00&updated-max=2009-01-01T00%3A00%3A00-08%3A00&max-results=7
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